No esperes nada
ni de ti
ni de mi
ni del mundo,
te alejas del más allá
y tocas la guitarra acá
en mi cama
llena de plumas de avestrúz
me perdí hace tiempo
en lo que llamábamos
tus brazos míos.
Tus pestañas,
me lastiman la piel,
pero no sabes quien soy.
Me ahogo con mis propias palabras,
nunca se lo pude decir a nadie,
si me hago chiquitita,
y quiero la merienda a las seis de la tarde
y a las cinco p.m., la hora del té.
No me dejabas jugar con tus cuerdas
violonchelo,
¿Por qué te rompiste?