miércoles, 17 de julio de 2013

Voyage.

Fui un pez
que navego en
el mar celeste-azul
cyan,
de tus ojos;
justo en ese momento
que se reflejaron
en un vidrio empañado,
en un bar al otro lado de un lago.
Había una japonesa
sentada en un banquito
un farol la alumbraba,
arriba en la superficie
se ponía el atardecer,
amarillo-rosa-violeta,
las aguas se ponian turbias;
ella miraba la nada
y todo.
Océano inmenso.
Me rosó con sus manos
pequeñitas,
todas mis escamas
texturadas,
abrió su diminuta boca
y de allí algo
magnífico 
fantástico
saco;
y sus labios inmensos
en un segundo
me comieron el rostro.
Jugaba todo el tiempo,
la japonesita
libre, navegando en las aguas
profundas
de mi mente;
ansiosa,
explorando los cuerpos celestes.