Es un día tan domingo
y me olvidé de un montón de cosas.
Te dediqué toda una página
enorme, gigante,
de mi cuaderno preferido.
Me olvidé de mi,
y de todas las cosas que me gustan,
me olvidé de cuan dulce es mancharse la cara
cuando comemos en la cama
en el pasto,
sobre vos,
sobre mi.
Me había olvidado de lo dulce que es la sandía
cuando esta en tus labios;
había olvidado lo hermoso que es el invierno,
la naturaleza muerta,
los árboles desnudos,
muertos de frío,
como vos a la noche,
contemplando el vacío.
También me olvidé de tu pelo,
tu bufanda suave,
de tus labios frambuesa,
de tus dientes pequeños,
de tu sonrisa aterradora,
y de tus ojos negros.
Todos los momentos
son como cuando miras la oscuridad,
absoluta, silenciosa, vacía y temerosa,
sabes que hay cosas
que no entendes
que te perdes,
que te olvidas
y no recordas más.
Olvídate de todo,
por mi,
pero más por vos.
No recuerdes lo olvidado,
que no te duela el ser golpeado
que no le temas a mi cariño,
que no.
¿Y por qué no?
¿Por qué tan preocupado?
Hay mil cosas
y mil momentos
que no pasaron, que pasarán
que son más importantes,
y menos.
Y no menos.
Sino todo.
Sé que entendes todo
cuando me miras,
y tu mirada se desvía,
-encontrando la mía,
yo no puedo evitar mirarte a los ojos
si me miras los labios cuando te hablo
y me observas fijo.
No soy buena para esto.
Perdón, pero yo sí te....
Y también me....